Myrdal en su detallado análisis de las raíces culturales de los países del sur de Asia encontró que los arquetipos mitológicos de esas sociedades y sus creencias religiosas y espirituales representaban factores de irracionalidad que interferían en su proceso de modernización.
Mientras la sociedad global está agotando ya la segunda década del siglo XXI y el mundo desarrollado y varias de las naciones en desarrollo aprovechan exitosamente las nuevas realidades globales que están surgiendo en estos nuevos tiempos, América Latina muestra un panorama de países que, con muy pocas excepciones, lucen aún anclados en los problemas y posiciones que frenan su progreso, y que básicamente están vinculados a las miserias del populismo, los zarpazos militaristas y caudillistas y los vicios de la corrupción, cada vez más generalizada y más descarada. Ese inestable proceso de modernización de América Latina y el rezago en el desarrollo de la mayoría de los países de la región encuentra una explicación racional, según varios de los estudiosos del tema, no solo en las características de los patrones históricos del desarrollo de las instituciones de esos países, sino igualmente en las raíces culturales que, desde los tiempos coloniales, han definido las normas básicas de conducta y actitudes frente al progreso, lo que podríamos catalogar como los ingredientes básicos de una cultura del subdesarrollo.
Mientras la sociedad global está agotando ya la segunda década del siglo XXI y el mundo desarrollado y varias de las naciones en desarrollo aprovechan exitosamente las nuevas realidades globales que están surgiendo en estos nuevos tiempos, América Latina muestra un panorama de países que, con muy pocas excepciones, lucen aún anclados en los problemas y posiciones que frenan su progreso, y que básicamente están vinculados a las miserias del populismo, los zarpazos militaristas y caudillistas y los vicios de la corrupción, cada vez más generalizada y más descarada. Ese inestable proceso de modernización de América Latina y el rezago en el desarrollo de la mayoría de los países de la región encuentra una explicación racional, según varios de los estudiosos del tema, no solo en las características de los patrones históricos del desarrollo de las instituciones de esos países, sino igualmente en las raíces culturales que, desde los tiempos coloniales, han definido las normas básicas de conducta y actitudes frente al progreso, lo que podríamos catalogar como los ingredientes básicos de una cultura del subdesarrollo.
Si bien es cierto que existen otros factores, tales como condicionantes externos que pueden limitar o, por el contrario, facilitar el desarrollo en un determinado país o región, es igualmente válido que en cualquier caso los factores culturales han desempeñado siempre un papel determinante en la definición del patrón de desarrollo y del progreso de los países en una determinada sociedad. Esa realidad se hace más que evidente en Latinoamérica, en donde la presencia de la cultura del subdesarrollo se manifiesta en el inestable y frágil entorno institucional presente en la mayoría de los países de la región y que representa una grave barrera para el crecimiento económico y el desarrollo y estabilidad política.
A pesar de que la presencia de factores tales como las realidades del entorno, las ventajas comparativas creadas, los recursos naturales, las condiciones geográficas y climáticas, la herencia histórica, las condiciones internas y externas del mercado, políticas gubernamentales, liderazgo político, etc., pueden condicionar el proceso de desarrollo, ahora más que nunca dicho proceso depende fundamentalmente de la creatividad y actitudes que la sociedad presente frente al reto de la modernización y del progreso. Por ello resulta interesante analizar los diferentes criterios relativos al tema, para entender mejor los cambios requeridos en las estrategias económicas, sociales y políticas que permitan que América Latina pueda enrumbarse hacia un proceso de progreso sostenible e inclusivo. Y no hay dudas que para lograr ese proceso se requiere, en primer lugar, superar la cultura del subdesarrollo, promoviendo el cambio de los tradicionales valores, actitudes y patrones de conducta social, a fin de construir una cultura orientada al progreso. Este cambio cultural requiere la transformación radical del sistema educativo, con la activa participación no sólo de las instituciones formales del mismo, sino igualmente de la sociedad en su conjunto, incluyendo el núcleo familiar, las iglesias, las organizaciones laborales, las agrupaciones económicas, otras organizaciones de la sociedad civil, y especialmente los medios de comunicación que han adquirido una poderosa influencia, gracias a los notables avances logrados en este campo.
Gunnar Myrdal -premio Nobel de Economía 1974-, en su conocido y pionero estudio sobre la pobreza de las naciones, evaluó las raíces culturales de los países del sur de Asia, en un esfuerzo por entender las causas de la pobreza y del subdesarrollo en esa región del continente asiático. Luego de diez años de investigación, este notable economista sueco, concluyó- en un voluminoso informe presentado en 1967- que los factores culturales representaban el principal obstáculo para la modernización y el progreso de esos pueblos; no solo porque dichos factores interfieren con el proceso de toma de decisiones en los negocios, en el desarrollo de políticas, en la conducta social, en todo el comportamiento de la sociedad; sino igualmente porque estos factores condicionan psicológicamente a las personas y a las comunidades en su escogencia de alternativas económicas.
Myrdal en su detallado análisis de las raíces culturales de los países del sur de Asia encontró que los arquetipos mitológicos de esas sociedades y sus creencias religiosas y espirituales representaban factores de irracionalidad que interferían en su proceso de modernización. Igualmente observa que la fragmentación de lealtades es también un importante impedimento para la edificación de una sociedad moderna, señalando que la falta de lealtad con la sociedad es fuente de corrupción y nepotismo. Sin embargo, la visión de Myrdal en relación a esas realidades culturales negativas no es pesimista, ya que él considera que esas rémoras al progreso pueden cambiarse mediante acertadas políticas gubernamentales y a través de la educación, si esta se enfoca de manera integral y desde todos los niveles del sistema educativo.
Las tesis pioneras de Myrdal sobre las restricciones culturales al desarrollo - lo que hemos denominado como la cultura del subdesarrollo- han sido plenamente validadas en tiempos posteriores, especialmente en América Latina, como veremos en nuestro próximo artículo.
Fuente: Diario El Mundo.