Solo la experiencia en las cosas de la vida y la filosofía del aprendizaje, nos podrán ayudar a discernir sobre la autenticidad de quiénes se acercan a nosotros y hasta qué punto esa verdad nos beneficiará o nos perjudicará.
Si bien la pertenencia a una familia o a un nombre pudieran hacer pensar que el comportamiento de sus integrantes obedece al mismo ejemplo de educación y valores, no siempre en la repartición de virtudes o defectos salen todos ganadores o perjudicados. Porque es que cada cual escoge para bien o para mal su propio destino y tiene marcada su propia personalidad.
La reputación es un bien muy preciado, que las personas sensatas tienen cuidado de no empañar. El buen juicio nos advierte sobre las cualidades o defectos de quienes nos rodean y de quienes se acercan a nosotros y de sus intenciones.
Si bien no hay que juzgar por la apariencia, porque no siempre se corresponde con su contenido, no es menos cierto que ella forma parte de lo que percibimos. Y por eso de que las apariencias engañan, solo por lo que apreciamos sin tener mayores juicios de valor, no todo lo que percibimos inicialmente como bueno es enteramente bueno, ni todo lo que percibimos inicialmente como malo es enteramente malo.
La reputación que es esa opinión que se tiene en cualquier esfera, en tanto varía en su aspecto moral según el rol o la función que nos toque desempeñar, zigzagueando entre lo decente y lo indecente, es muestra de inconstancia que revela la verdadera personalidad.
Cosa de gran dificultad es diagnosticar la enfermedad o sanidad del espíritu, las intenciones del alma y su correspondencia o no con el comportamiento que se deja ver o con el que se encubre. Solo la experiencia en las cosas de la vida y la filosofía del aprendizaje, nos podrán ayudar a discernir sobre la autenticidad de quiénes se acercan a nosotros y hasta qué punto esa verdad nos beneficiará o nos perjudicará.
El carácter moral o inmoral se patentiza cuando el comportamiento privado, se aparta del que se deja ver en público. Y eso es una cuestión de autenticidad que nos permite conocernos a nosotros mismos y a quienes se nos aproximan. Por eso es significativo, comportarse en privado como si todos nos vieran y en esa medida tendremos el justo termómetro de nuestra personalidad.
Saber discernir la intención de un consejo según la conformación moral de nuestra conciencia es de peculiar importancia para saberse rodear de aquellos que comulgan con la realidad interior de cada quien. Y cuando lo aprendido en familia es modelo de moral y decencia, mal juicio es dejarse rodear de gente que le quita lustre a la buena reputación.
Fuente: Diario La Verdad.